El Estado del Bienestar, ¿ha originado minusvalía mental?
Desde la crisis económica del 2008 y la nueva situación económica que se ha ido imponiendo a consecuencia de ella en Europa se han ido perdiendo gradualmente en España y otros países beneficios que había traído el denominado «Estado del Bienestar». Sin embargo, ¿podría haber conllevado a su vez el «Estado del Bienestar» a ciertos comportamientos de comodidad, como dejadez en las ganas de superarse a sí mismo y una menor capacidad para afrontar ciertas dificultades de la vida, que hacen ahora más difícil adaptarse a la nueva situación económica?
En este contexto reproduzco dos, a mi entender muy relevantes, artículos que tratan esta cuestión a través de dos breves relatos de la vida real. El primer artículo es de Eduardo Jordá (narrador, poeta y autor de libros de viaje) y el segundo de Daniel Garzón Luna (director de empresas turísticas y experto turístico):
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Dos carreras y un máster
(de Eduardo Jordá, La Provincia DLP, 13 de abril 2014)
«En la cafetería del college americano donde yo trabajaba hace más o menos dos años, había un hombre mayor –negro– que limpiaba las mesas y recogías las bandejas, y que también tenía que limpiar los servicios de la cafetería. Era un tipo muy alto y grandote, y debía de pesar mucho, y yo lo veía moverse con dificultad entre las mesas, recogiendo las bandejas y tirando las sobras, y a veces hablando solo, porque ese hombre solía hablar solo cuando pasaba con el mocho y el cubo de agua (por alguna extraña razón, la civilizadísima América aún no conoce las fregonas). A eso de las dos, cuando la gente terminaba de comer, aquel hombre se sentaba en el patio a fumarse un cigarrito con otro empleado de su misma edad. Los dos hablaban de béisbol, de caza, de coches, a veces de mujeres, y de vez en cuando soltaban grandes risotadas que se oían desde muy lejos y que a veces hasta espantaban a los cuervos.
A aquel empleado le faltaba poco para jubilarse, e imagino que una gran parte de su vida la pasó limpiando mesas y pasando el mocho por los servicios, y si no fue en aquel mismo college, fue en fábricas o en centros del ejército o en los otros lugares donde encontró trabajo a lo largo de su vida. Oí decir que cuando era joven había jugado al baloncesto, pero se ve que la cosa no cuajó y que su vida no fue como a él le hubiera gustado que fuese. A los 63 ó 64 años tenía que conformarse con aquel trabajo en la cafetería. Supongo que no era feliz, pero quizá pensaba que con haber llegado adonde había llegado ya había hecho mucho. Es probable que muchos de sus vecinos de barrio hubieran muerto cuando eran muy jóvenes, en una pelea o en un atraco o metiéndose un pico de heroína adulterada. Y otros muchos podían ser vagabundos que dormían bajo un puente y que estaban destinados a ser enterrados en una fosa común, en esos lugares que en América llaman «el campo del alfarero» (una de las mejores canciones de Tom Waits se llama así). Y aquel hombre sabía –imagino– que le había tocado vivir en un sitio donde nadie le regalaba nada a nadie. Mala suerte. Pero cuando se fumaba el cigarrito con su amigo, en las pausas del trabajo, y hablaba de coches y de béisbol, todavía le quedaban fuerzas para que sus carcajadas ahuyentaran a los cuervos.
Hace medio año, un joven valenciano que vivía en Londres trabajando en una cafetería escribió en su cuenta de tuiter esta frase: «Tengo dos carreras y un máster y limpio WC´s». A los pocos días, el tuit de este joven que se quejaba de su vida se convirtió en viral, como se dice ahora, y de la noche a la mañana el joven se convirtió en un «icono de la Generación Perdida española» –uso el mismo vocabulario periodístico–, y fue entrevistado por emisoras de radio y cadenas de televisión, y hasta el Financial Times escribió un artículo sobre él. Hasta hoy mismo, este tuit ha sido retuiteado 30.000 veces, y casi todos sus seguidores se han compadecido de la triste situación de este chico que tiene dos carreras y un máster pero tiene que limpiar WC´s. «Yo creía que merecía algo mejor después de tanto esfuerzo», decía el tuit. Y en otro sitio añadía, con cierto tono de fotonovela: «Pero nadie me ha dado una oportunidad en España».
El empleado negro del college debió de nacer a comienzos de los años 50 del siglo XX. El chico valenciano nació también en el siglo XX, en 1988, pero entre el mundo de uno y otro hay las mismas diferencias, aunque sólo los separen cuarenta años, que hay entre el mundo de los globos aerostáticos de los hermanos Montgolfier y el mundo de los «drones» no tripulados. Cuando nació el empleado del college, muy poca gente en Europa o en América se creía que la vida era lo que uno quería que fuese, ya que en general la vida era un asunto muy complicado en el que intervenían los demás, la buena o la mala suerte, las decisiones que uno tomaba y las ganas que uno tuviera de abrirse camino. Pero cuando nació el joven del tuit, los beneficios del Estado del Bienestar se habían extendido de tal manera que mucha gente se creía con derecho a disfrutar desde el primer momento de una vida tal como le gustaría que fuese. Ésa era la gran diferencia. El hombre mayor limpiaba los servicios al final de su vida, mientras que el joven tenía aún mucho tiempo por delante, pero uno se quejaba como si le hubiera tocado ser el otro, mientras que el otro, el que tenía motivos para quejarse, todavía sabía soltar una carcajada en las pausas del trabajo. Bravo por él.»
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‘Primer’ y ‘tercer’ mundo: la ‘hebra’ que nos separa
(de Daniel Garzón Luna, en danielgarzonluna.blogspot.com, 30 de agosto 2010)
«Se ha escrito mucho sobre las excelencias del llamado “Primer Mundo” que ha inducido, de alguna forma, a que nos consideremos, los afortunados mortales que las circunstancias nos han colocado en él, gente de más postín que los ‘tercermundistas’. Sí, es posible que haya no poca gente que piense y vaya por la vida con comportamientos acorde con esa creencia. Esta forma de vernos no viene de ayer sino que es algo que se ha venido ‘martilleando’ desde hace siglos y hoy, aún instalados en el ambiente de la opulencia y bienestar occidental -los muchos que disfruten aún de esos conceptos- solemos mirar por encima del hombro a los llamados “termundistas” pues la abundancia del correr de las décadas no nos han permitido percatarnos de que nuestro egoísmo, suficiencia y dejadez en el superarse a sí mismo permanentemente nos han llevado ya a una situación de minusvalía ante ese supuesto tercer mundo. En prueba de este argumento, mi argumento, relato a continuación una experiencia que viví la pasada semana en una de nuestras guaguas, experiencia que vino a demostrarme y confirmarme que nosotros, los que pertenecemos al llamado Primer Mundo, estamos a punto de perder el tren en todas las direcciones. Relato lo vivido:
La pasada semana entré en una guagua municipal de nuestra ciudad, la línea 1 de Las Palmas de Gran Canaria para más señas, a una hora en que estaban todos los asientos ocupados menos uno a la altura del centro de la guagua y que daba al costado lateral del vehículo; había más viajeros de pie en el centro y pasillo aunque no estaba abarrotada. Al ver que quedaba un asiento vacío, me dirigí hacía ese punto de la guagua para ocuparlo pero una señorita que ocupaba el asiento justo al lado del que estaba desocupado me advirtió de la presencia de una hebra ‘aérea’ de chicle que cogía desde el rincón del asiento vacío hasta la mitad del espaldar del asiento delantero que daba al pasillo, justo delante de sus rodillas. Ante el riesgo de ‘enhebrarme’ en la barrera de chicle que ‘protegía’ al asiento, opté por renunciar a ir sentado y hacer el trayecto de pie. La impresión que tuve es que otros usuarios de la guagua que habían entrado antes que yo, y que igualmente iban de pie, también habían optado por no ‘enhebrarse’ en el chicle trampa que el desaprensivo de turno había dejado ‘cívicamente’ montada. Hasta aquí mi experiencia con la hebra de chicle: de pie en el pasillo de la guagua y el asiento ‘protegido’ vacío.
En la siguiente parada entraron otros usuarios del servicio y, entre ellos, una señora de mediana edad de raza negra que, a su intención de ocupar el asiento ‘protegido’ aún vacío, fue puesta sobre aviso por la ya mentada señorita ‘avisadora’ de la presencia del ‘problema’ hebra de chicle. No se inmutó ni se arredró la señora negra ante ‘el problema’ de la hebra de chicle y, con parsimonia, sacó del bolso un paquetito de pañuelos de papel, cogió uno de ellos y comenzó por retirar la hebra del punto de agarre a mitad del respaldar del asiento delantero, la enrolló en el pañuelo de papel y terminó desligándola del punto de pegue en el rincón del asiento vacío. Enrolló totalmente el pañuelo de papel para seguidamente meterlo en su bolso. A renglón seguido, removida la ‘barrera’ de la hebra de chicle, ocupó tranquilamente, como una reina, el asiento ganado con resolución y sin complejo alguno.
Los que presenciamos con la naturalidad y simpleza como esta señora había solucionado ‘el problema’ de la hebra de chicle nos quedamos algo perplejos, especialmente los que habíamos sido ‘parados’ por la citada ’barrera’, asumiéndola como algo imposible de superar, al ver como una señora a todas luces procedente del supuesto ‘Tercer’ Mundo, solucionaba ‘el problema’ sin titubeos, con resolución y con un simple pañuelo de papel.
Esta ‘simple’ vivencia nos podría llevar a la consideración de que hemos llegado en el ‘Primer’ Mundo a un grado de minusvalía mental para afrontar y solucionar los problemas que día a día forman parte de nuestro vivir que, analizada con detenimiento, nos pueden llevar a la conclusión que nos hemos convertido en individuos carentes de iniciativas para dar solución a situaciones que no estén programadas y que, de alguna forma, rompan el esquema habitual, por lo que nos estamos acomodando en un mundo que por sí mismo se está encuadrando en un estado de abotargamiento mental y en una masa de fieles peones sin iniciativa y subordinados a ‘órganos rectores’ que sabiamente dirigen nuestras decisiones en la línea que mejor sirva a sus propios intereses, no siempre lícitos.
Mi conclusión a la vivencia de la hebra de chicle en la guagua de Las Palmas de Gran Canaria: Cuando una señora, del supuesto Tercer Mundo, nos demuestra a una serie de ciudadanos usuarios del servicio público de guaguas, del llamado Primer Mundo, cómo remover una simple hebra de chicle para conseguir el disfrute de un asiento en la guagua, significa, a mi entender, que el llamado “estado de bienestar” nos está dejando tullidos e incapaces de reaccionar ante situaciones de dificultad y para enfrentarnos a los duros problemas que ya tenemos encima y que pueden perdurar por muchos años, dando al traste con ese tan cacareado estado de bienestar. El dirigismo instalado en el poder nos está convirtiendo en masa borreguil carente de afán emprendedor, seguidora y dependiente del cayado del pastor para enfilar cualquier sendero que sus intereses así le aconsejen.»
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Artículos relacionados:
“’Primer’ y ‘tercer’ mundo: la ‘hebra’ que nos separa», Daniel Garzón Luna, en danielgarzoluna.blogspot.com, 30.08.2010.
«Dos carreras y un máster», Eduardo Jordá, en laopinion.es, 14.04.2014.
«Me llamo Benjamín Serra, tengo dos carreras y un máster y limpio WC’s», en elmundo.es, 30.09.2013.
Estoy de acuerdo en el mensaje, al 100%, pero cuidado con las referencias de tintes raciales, ni un negro es del tercer mundo per se, ni la imaginación y la creatividad emanan sólo del hambre y la desesperación. Un muy mal ejemplo para contar una realidad muy vívida