¿El turista de bajo coste gasta menos en el destino?

Durante las pasadas semanas y meses comercios, restaurantes y cafeterías que viven del turismo aseguran que el aumento de turistas de este año contrasta con la fuerte caída que han sufrido sus ventas. El presidente de la Cecapyme, Prudencio Lorenzo, explicó que “estamos llenando con un turismo sin capacidad de gasto, que se queda en los complejos con el todo incluido”, identificando como causas las tres siguientes: la bajada del turismo local, el todo incluido y el crecimiento de las llegadas de turistas en compañías de bajo coste (en La Provincia, 09.05.11). Le atribuye, por tanto, un menor gasto en destino al turista de bajo coste. En la misma línea Rafael Gallego, Presidente de la FEAAV, considera que “el perfil del turista que utiliza las compañías de bajo coste no sólo quiere ahorrar en el billete de avión, sino en todo el gasto de sus vacaciones. Está demostrado que en todos los destinos en los que avanzan las compañías de bajo coste, baja el ingreso por turista.” (en Canarias 7, 16.01.2011). Sin embargo, en febrero del 2011 el Ejecutivo Canario argumentaba exactamente lo contrario: “La hipótesis que más fuerza está cobrando es que las personas que viajan en low cost tratan de ahorrarse en el billete de avión y que luego se lo gastan en el destino, en el hotel o en comer” (en Canarias 7, 05.02.11), por tanto, que los turistas de bajo coste gastan más. Esta segunda hipótesis se correspondería con el “consumidor dihíbrido” de las teorías del marketing, el cual se muestra muy sensible al precio en relación a algunos artículos de su cesta de compra y, por otro lado, poco sensible al precio en otros artículos del paquete de compra (p.ej. compra un vuelo Ryanair y reserva un hotel 5*). Por tanto, ¿en qué quedamos? ¿El “turista de bajo coste” gasta más o gasta menos en el destino que el “turista-chárter” tradicional?

Un estudio del Instituto de Estudios Turísticos del Ministerio de Turismo confirma que el viajero que utiliza las aerolíneas de bajo coste gasta menos, y no sólo en el avión: Según el estudio, “el desembolso medio diario por persona del usuario de compañías de bajo coste que no contrata un paquete turístico se quedó en 80 euros en el 2009, frente a los 107,9 euros de los turistas tradicionales que también viajan por su cuenta, un 20% menos” (en Canarias 7, 16.01.11). El estudio señala que el turista de bajo coste tuvo un menor gasto medio por persona en todos los conceptos: transporte (22,6€ contra 39,6€), alojamiento (22,4€ contra 30,4€), restaurantes (14,3€ contra 17,3€), salvo en la compra de comestibles, para lo que este turista gastó 6,70€ al día, frente a los 6,30€ que gastó el tradicional, lo que podría deducirse de su mayor demanda del self-catering. Según estos datos podríamos interpretar que la sensibilidad al precio en el proceso de compra del vuelo sí se reflejaría también en las demás componentes del gasto vacacional.

Gasto medio diario
(en €)
Viajero low-cost sin paquete turístico Viajero tradicional sin paquete turístico
Transporte 22,6 39,6
Alojamiento 22,4 30,4
Restaurantes 14,3 17,3
Compra comestibles 6,70 6,30
Otros (*) 14,0 14,2
Gasto Total 80,0 107,8

* El apartado “otros” se obtiene por deducción (diferencia entre el total y los demás gastos)
Fuente: “El turismo, en manos del bajo coste”, José Miguel Pérez, Canarias 7, 16.01.2011.

Sin embargo, la cuestión es bastante más compleja como para guiarnos sólo por este estudio, el cual habría que matizar: El estudio se ha limitado al grupo de viajeros sin paquete turístico. Si bien la mayoría de los usuarios de bajo coste viaja sin paquete turístico (el estudio señalaba un 74%,  frente al 56% en el caso de las aerolíneas tradicionales), también hay una parte que, a pesar de viajar en low cost, tiene contratado un paquete turístico, que es el caso cuando contrata tres productos con un mismo agente (p.ej. alojamiento, coche de alquiler y excursión). Las componentes del viaje (vuelo, hotel, transfer,..) se han flexibilizado de tal manera durante los últimos años que cada vez resulta menos lógico aplicar la denominación “turista de bajo coste” sólo en base a la elección de un determinado medio de transporte.
De la misma manera, la definición de “aerolínea de bajo coste” no parece estar muy clara, pues a menudo se confunde con la simple venta del “seat only”, lo cual prácticamente hacen todas las líneas tradicionales en mayor o menor medida con el fin de optimizar su ocupación. Lo podemos ver claramente en todas las estadísticas sobre el incremento de los vuelos low-cost en el 2011, en las que se considera a Airberlin una low-cost, junto con Ryanair y easyJet, cuando Airberlin claramente no es una aerolínea low-cost, es un chárter tradicional en toda regla. Asimismo, el estudio no diferencia entre el turista vacacional de sol&playa y el turista urbano (p.ej. “city-breaks”), de hecho tampoco entre turista y residente. Varios expertos del sector coinciden en que el turista urbano puede mostrar diversas sensibilidades de precio según la componente del viaje (vuelo, hotel, museo, teatro,..) en mucha mayor medida que el turista vacacional de sol&playa.

La percepción de varios expertos turísticos es que, en el caso del turista vacacional, no hay una diferencia significativa en cuanto al gasto turístico entre los viajeros con un transporte low-cost y los que viajan con líneas tradicionales. Posiblemente gran parte sea el mismo tipo de cliente, que simplemente ha elegido uno u otro medio de transporte. Según Pablo Caspers, directivo de AirBerlin,  la mayor parte del aumento de turistas obtenido en Canarias por las aerolíneas low-cost en el 2011 se ha debido al trasvase de pasajeros de las líneas tradicionales, debido a la ventaja competitiva que les da la bonificación de las tasas aéreas: “consigues 400 clientes más por un lado, pero pierdes 300 por otro” (en La Provincia, 24.02.11). Es principalmente el mismo turista, pero que viaja con otro medio.

Sin embargo, el predominio de conexiones aéreas de low-cost en un destino sí podría tener una repercusión negativa en el gasto medio turístico por la atracción de algunos segmentos de menor gasto y por la interferencia en la captación de otros segmentos de mayor gasto:

1) Por un lado, la misma naturaleza del concepto low-cost  atrae también a un determinado número de pasajeros que efectúan un menor gasto turístico en destino (turistas que se alojan en establecimientos ilegales, los mismos residentes,..). Según Rafael Gallego, “la principal herramienta de captación de clientes que utilizan los establecimientos no reglados es Internet, precisamente el medio en el que se mueven principalmente los usuarios del bajo coste”.

2) Por otro lado, la entrada de las low-cost puede provocar la salida de líneas tradicionales (en los casos de una ventaja competitiva, por no poder competir en precios), lo cual dificultaría para el destino la captación de determinados segmentos de mayor gasto turístico, como por ejemplo el “turista de alto standing”, que prefiere utilizar líneas regulares. Otro ejemplo son los viajes de congresos e incentivos, para los cuales las compañías tradicionales disponen de servicios con muchas facilidades (amplios plazos de confirmación de nombres de pasajeros,..), además de que las características de las low-cost (horarios incómodos, aeropuertos apartados, limitación de bulto por pasajero, sin asiento asignado,..) suponen un claro handicap para este segmento.

Para lo que no se encuentra ningún argumento es para la hipótesis de que el turista de bajo coste gaste más en destino que el turista tradicional. Ningún estudio de comportamiento del turista avala la tesis de que “el turista gasta en el destino lo que se ahorra en el billete de avión”.

Conclusiones

En general, y si obviamos algunos segmentos de menor gasto atraídos por el low-cost, no se aprecian  diferencias significativas para poder afirmar con claridad que el turista vacacional que viaja en una línea de bajo coste efectúe un menor gasto en destino (y, mucho menos, un gasto mayor) que el turista tradicional.

Sin embargo, una mayor presencia de compañías de bajo coste en un destino, en detrimento de conexiones “chárter” o regulares, podría provocar problemas de captación de segmentos de mayor gasto turístico, lo cual sí influiría negativamente en el gasto medio turístico.


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